El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

14 de abril de 2010

Vivencias sin la civilización


Pasar temporadas separado de la civilización me ha aportado unas vivencias agradables y muy útiles en mi camino de descubrimiento y mi propio desarrollo. Estar en contacto más directo y continuo con un ambiente natural me abre un escenario radicalmente diferente y difícil de imaginar si no lo hubiera probado por mí mismo.

Por un lado, el no contar con elementos materiales habituales que “facilitan” la vida y que funcionan para la comodidad, la seguridad y el sentirse parte de algo, me obliga a valerme por mí mismo en unos márgenes más amplios de a los que estaba acostumbrado. Esto conduce a descubrir una libertad de maniobra paradójica, pues en un principio puede parecer que renunciando a la civilización te condenas a ti mismo a todo tipo de limitaciones.
Para ello tienes que superar el temor o resistencia contenida en la advertencia implícita de los que dejas atrás: “cuidado porque puedes perder muchas cosas irrecuperables”.

Y es que uno de los peores “insultos elegantes” que se puede decir socialmente de alguien es que “está sin civilizar”.

En un entorno natural, por otro lado, los patrones de pensamiento subliminales que están arraigados inconscientemente salen a la superficie y pueden ser superados con más facilidad, sin necesidad de pasar por luchas conflictivas internas. Esto último es lo normal dentro de la civilización, se aceptan las “tentaciones” de la Identidad como parte del paisaje mental urbano o del espectro personal de “estar madurando” en un balanceo pendular entre rendirte o resistirte a ellas. Estos procesos van creando una red de tensiones internas que, con suerte o con desgracia, llegan a manifestarse en algún momento aunque antes no fueran evidentes.

Así pues, una vez libre externamente de muchos condicionamientos, puedes adentrarte en el trabajo interno de liberarte de los procesos mentales asociados. Recuerdo con nitidez algunos momentos de estancias en el campo cuando surge una sensación viscosa del edificio mental soportado como una carga y que inmediatamente identifiqué como material de las llamadas "neurosis". Este material es inherente al ser humano socializado, del que pareces no tener escapatoria, por lo que me produjo una grata sorpresa el comprobar que, tras la maleza, se podía abrir una verja hacia un nuevo espacio inmenso. ¡Todos los problemas y preocupaciones son inventados por mi propia mente!

Además las vivencias con elementos naturales producen un cambio progresivo en la percepción hasta llevarte a las puertas de un gran asombro que te hace recuperar una vibración energética y sensación de fuerza propia de la vida.

Puedes sentir así un contacto más real directamente con las cosas.
En un momento dado, empiezas a descubrir que la naturaleza es tu hogar, entiendes que esto es real más allá de las palabras porque lo sientes por ti mismo. La naturaleza no es una cosa externa que está "ahí fuera", todo el ambiente que observas eres tú mismo, tú no eres nada separado de lo demás. Claramente experimentas un cierto carácter sagrado en la percepción de las plantas, las rocas, los animales, el curso de los elementos naturales... Un suelo tupido es una alfombra acogedora, los arroyos son fuente de una sintonía viva, las montañas son cúpulas de un templo supremo y los árboles son columnas orientadas en un santuario sin muros cerrados.

Así descubres que el resto de seres vivos están compartiendo el lugar y la vida contigo, no son intrusos ni depredadores ni víctimas... son una sola vida entre un mismo cielo y una misma tierra.


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