El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

18 de octubre de 2010

Ese poder animal



En un parque del centro de Londres se levantó en 2004 un memorial dedicado a los Animales de las Guerras. El monumento contiene un par de mulas de bronce, un caballo y un perro se alzan sobre la hierba, con un muro donde aparecen tallados camellos, elefantes y palomas. Parece que no han olvidado a ninguno de los muchos animales que han participado en los conflictos bélicos a lo largo del siglo XX. Hay incluso unos diminutos gusanos de luz, que en las trincheras de la Primera Guerra Mundial sirvieron a los combatientes para leer los mapas en medio de la obligada oscuridad. Mucha gente se emociona al descubrir o recordar el papel que todos esos seres irracionales cumplieron en las sangrientas décadas de 1900, ayudando a sobrevivir y vencer a los racionales, los causantes de toda esa sangre, con razón o sin ella.

El mismo 2004 fue el año en que el Parlamento inglés prohibió la caza del zorro con perros. Tiempo atrás, en 1835, había abolido otras manifestaciones de crueldad hacia los animales, como las peleas de gallos y de tejones, o aquella especie de corridas de toros, los bull-baiting, que numerosos británicos del siglo XVIII parecían adorar. Los habitantes de la Gran Bretaña presumen ahora en ir por delante al comprender que nuestra condición de humanos no nos autoriza a martirizar innecesariamente a los animales no humanos.

En nuestro país, incluso un puñado de intelectuales parecen considerar absurdamente sensiblero cualquier atisbo de pensamiento que vaya más allá de nuestro propio ombligo. Las religiones monoteístas están empeñadas en hacernos sentir superiores. Los ángeles se preguntan en ese caso, ¿es moral que el superior abuse del inferior?
¿Sería justo, por ejemplo, que si invadiese nuestro planeta una raza extraterrestre más inteligente, fuerte y armada que la nuestra, se dedicase a esclavizarnos, torturarnos y destruirnos, por el hecho de ser mejores que nosotros?
¿En nombre de qué puedo considerar que dispongo impunemente de ese poder?

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