El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

31 de octubre de 2010

Signaturas vivientes



En este tiempo puedes disfrutar tomando higos, que luego permanecerán todo el año al alcance en forma seca, al igual que las uvas o las ciruelas. El fruto de la higuera, como el de otros árboles tradicionales considerados sagrados, es hijo de la naturaleza y, aunque se tome solo, supone una ocasión propicia para el mindfulness intenso.

La práctica general de Mindfulness comienza siendo una compañera íntima que nos acompaña a todas partes y en todo momento hasta que, con la insistencia continua, llega a fundirse en la experiencia misma de la percepción sensorial. Al principio nos fijamos en la sensación del tacto corporal, a lo que ayuda la temperatura o el contacto con objetos cualesquiera, pero el verdadero avance se produce cuando ejecutamos los movimientos del cuerpo en un equilibrio dinámico entre la atención y la energía mental dirigida. Las aparentes dimensiones de la energía: mental, nerviosa y física, convergen así en "realizar" una energía universal interna propia de la vida. El reto de la práctica combinada con otras meditaciones consiste entonces en ampliar la contemplación de esa energía asimismo a otras formas externas de la naturaleza, ya sean de la vida en forma biológica, proactiva o residual.

Esta práctica combinada, por ejemplo aplicada durante la toma de alimentos, funde tu propia experiencia personal de "saboreando" o "masticando" con la contemplación general de la fuente de la vida que ha dado a la luz dicho alimento. Esta contemplación amplía la visión inicial de "soy parte de la vida contenida en esta fruta", o simplemente "soy la fruta", incluyendo el conjunto del resto de los sentidos, hasta entrar abriendo la proyección mental dentro de la planta original de la que parte la fruta, con todos sus elementos de vida. Es algo así como si la semilla de la planta física se volviera en forma de boomerang mental hacia sí misma. Se da así una participación con la higuera o la palmera o cualquier árbol frutal... hasta sentir que estás imbuido de sus características que le permiten estar viva. El fruto o la semilla actúa como una especie de cordón umbilical que te reúne con la experiencia de la vida. Mientras estás comiendo su fruto, puedes sentir la acción de los fenómenos exteriores sobre esa planta, que favorecen o dificultan su desarrollo: la atmósfera, las sustancias químicas, el sol, el agua, los animales que han convivido con ella... En este caso, la higuera, exuberante de hojas, recibiendo el empuje del ambiente natural, fructifica dentro de ti y pareces notar cómo la energía del brote rebosa una alegría contagiosa, hasta ofrecer ecuánime un fruto inconmensurable.

Sin duda este debió ser el origen de la doctrina de las signaturas. Los médicos antiguos utilizaban partes de plantas o de animales que recordaban, bien por su forma o por su nombre, ciertas partes del cuerpo humano necesitadas de salud, o ciertas virtudes que había que recuperar.

La planta Hepatica se empleaba para los males del hígado, por la forma análoga de sus hojas. El eminente Galeno estaba convencido de que el cangrejo curaba el cáncer. Más recientes son las flores de Bach, quien eligió una especie del género Impatiens para curar la impaciencia.

Un ejemplo muy conocido aún hoy es el que relaciona las nueces con el cerebro por su imagen parecida. Curiosamente el contenido de aceites omega de las nueces las hacen ideales para nutrir el cerebro y el sistema nervioso en general. Sin duda, el parecido facilita una regla mnemotécnica para asociar la fruta del nogal con los beneficios que aporta a la salud, pero podemos aprovechar mejor esa coincidencia si vamos más allá del mero aspecto cognitivo. Al tomar una nuez, la evocación física del cerebro sirve de puerta para prestar atención a esa zona del organismo. Depende de la persona, el elemento externo podrá causar quizás una sugestión, una inducción subliminal a la tranquilidad con confianza en la fuerza natural del propio órgano, o una activación energética sutil del área afectada. El caso es que incluso Ramón y Cajal realizó experimentos de estas "curas mágicas" con éxito.

Sin duda los antiguos médicos conocían y usaban la unión del cuerpo y la mente para llevar a cabo su magia medicinal. Pero la desconexión con ese conocimiento llevó a convertir la evidencia práctica en una simple teoría o en una superstición.


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