El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

20 de mayo de 2010

Educación ritual



Es interesante observar el origen de muchos rituales religiosos como parte de la educación que han recibido muchas personas desde niños. En la cultura occidental los rituales más conocidos tienen su origen en las tradiciones judías.

Aquí uno puede observar la confusión que se arrastra al respecto de la auténtica identidad familiar o social. Mi propia persona, al igual que bastantes otras que he llegado a conocer, procede de antepasados judíos quienes, en algún momento de la historia española, pasaron a engrosar el núcleo de fervientes devotos del dogma católico. La contradicción reside en que ambas corrientes religiosas enfrentadas proceden de un mismo espíritu en su interpretación de las normas morales a respetar, basadas en los mismos textos antiguos, un hecho que olvidan voluntaria o involuntariamente. A pesar de su origen, mi abuela había incorporado desde su tierna formación infantil el rechazo y el desprecio absoluto hacia los judíos que le habían inculcado. En lugar de reconocerse mutuamente con sus aciertos y errores comunes, ambas corrientes se han denostado a lo largo de la historia como bandos adversarios.

Podemos fijarnos en los 5 primeros libros de la Biblia, los mismos que componen la Torá judía.
La palabra Torá significa "guía para dar en el blanco", y de ahí se ha entendido como "enseñanza, instrucción" o como "ley" en el mundo occidental. En cuanto a lo que nos importa aquí, la Torá contiene todos los preceptos que reunió Moisés, dando un cuerpo doctrinal a las religiones que han sobrevivido en Occidente.

Ese texto proviene de una inspiración divina y su copia requiere de un escriba ritual para respetar las normas sumamente estrictas, pues todos los detalles del texto —desde el léxico hasta la puntuación— se consideran significativos. La Torá contiene un total de 613 preceptos (248 positivos, obligaciones de hacer, y 365 negativos, prohibiciones de no hacer). Los maestros judíos moderados consideran que la cantidad de estos antiguos preceptos que es posible cumplir hoy en día es de solo 297 (77 positivos, 194 negativos y 26 sólo en Israel). Por lo tanto, un fundamentalista estricto con los textos originales nunca podrá ser un judío correctamente en este mundo.

Dichos preceptos judíos incluyen los 7 Preceptos universales que Dios entregó a Noé para la humanidad (sus descendientes que sobrevivieran al Diluvio Universal), y que más tarde se convirtieron en los Diez Mandamientos (el Decálogo del monte Sinaí) que adoptaron los cristianos.

El resto de preceptos son dirigidos al pueblo judío propiamente dicho y sirven para instruirles acerca de su vida cotidiana en todas las áreas hasta en los detalles más ínfimos. Por lo tanto, la educación básica de un judío consiste en aprender ese conjunto de preceptos y en adoptar el hábito sistemático de respetarlos y cumplirlos lo más escrupulosamente posible. Los preceptos explican el modo de mantener la higiene personal, de conseguir y preparar los alimentos, de trabajar y descansar, de cobrar y pagar por los servicios prestados o solicitados, de emparejarse hombre y mujer, de mantener las pertenencias familiares, de prestar socorro en caso de apuro, de ayudarse mutuamente, de hacer un examen diario de conciencia, de ordenar los objetos sagrados, etc. etc.

Un ejemplo claro de los preceptos judíos es la indicación de no preparar ni comer carne animal y leche juntas en la misma comida. Alguna persona puede pensar que este tipo de instrucciones es una superstición tonta o una imposición de las autoridades religiosas. Sin embargo, los expertos modernos en la llamada dieta macrobiótica señalan que los fundamentos judíos para alimentarse y cocinar los ingredientes coinciden básicamente con sus principios y que, según su experiencia, componen la tradición conocida más acertada para conservar la salud. Está claro que los sabios judíos conocían estos extremos y por eso los incluyeron al establecer unas normas de vida.

A la misma conclusión podríamos llegar si nos fijamos en otros preceptos que parecen más morales: no emparejarse con miembros de la propia familia carnal (la genética explica que esto asegura una progenie más sana); o la preferencia de visitar a un conocido enfermo o incluso asistir a un funeral antes que acudir a una celebración festiva. Este último caso persigue el disciplinar a la persona para afrontar los contratiempos antes que holgar en una juerga, y el ser consciente del sufrimiento en la vida.

Es cierto que puede haber algunos preceptos en apariencia inútiles o inservibles para el fin noble esperado, pero también se encuentran otros que serían alabados por una mentalidad más progresista. Por ejemplo, los preceptos judíos permiten el divorcio justificado cuando la convivencia en una pareja se demuestra inviable. También admiten las relaciones sexuales sin necesidad previa de un matrimonio formal público, siempre que haya un compromiso mutuo de estabilidad futura.

Todas estas instrucciones forman parte de un cuerpo disponible para la educación de los nuevos miembros de la comunidad, al mismo tiempo que garantizan una organización eficaz entre ellos. Por desgracia, al instaurarse como religión histórica los preceptos judíos cayeron en un ritualismo rígido y en un formalismo excesivo, con frecuencia alentados por los propios maestros instructores, perdiendo así el espíritu de la ley y sustituyéndolo por imperativos morales externos.

Fuera de las polémicas por la historia cultural, lo cierto es que el ser humano requiere atenerse a una disciplina interna para permitir el desarrollo natural de su intención y comportamieto, y evitar sus inclinaciones perniciosas hacia la confusión, la hostilidad o la codicia. Las generaciones anteriores sabían que, una vez superadas estas dificultades, la persona puede conectar con sus impulsos internos sanos para la supervivencia.

En cambio, observando a los animales nos podemos dar cuenta de que ellos no necesitan ser guiados ni tener en cuenta ningún tipo de precepto fuera de la naturaleza. Cuando despiertan en la mañana, realizan sus estiramientos y lavados sin que nadie se lo recuerde, y respetan la alimentación y el emparejamiento conforme a sus instintos naturales de supervivencia sin necesidad de ser educados o vigilados moralmente.

Es por eso que los animales no sufren nuestros problemas con la educación ritual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario