El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

7 de mayo de 2010

La verdad de Don Quixote




Cuando abordo la realidad aparente desde mi cognición, estoy interpretando todo lo que recibo. De esta manera, compruebo si los datos exteriores coinciden con mis conceptos memorizados previamente o con nuevas expectativas. Si hay coincidencia, digo que los datos son verdad; de lo contrario, digo que son mentira. Incluso desplazo la etiqueta de verdadero o falso al objeto mismo de mi experiencia empírica; así pues, cualquier cosa que me defraude es algo falso para mí.

Siempre me ha parecido graciosa la disputa sobre dónde vivió Don Quixote; hoy sé que es absurdo. Cada año aparecen nuevas pruebas convincentes para demostrar que Don Quixote existió en la realidad, con nuevas hipótesis para encajar geográficamente un relato de peripecias radicadas en la mente de Cerbantes.

Pero realmente ¿qué importancia tiene que una cosa del mundo relativo haya existido o no, sea verdad o no? El trasvase entre la realidad física y la mental se mantiene por una frontera arbitraria que puede servir únicamente a efectos descriptivos. Incluso la ciencia cuántica la ha cuestionado.

Cuando abordo la naturaleza formando parte de ella, cuando soy un ser vivo interactuando con el conjunto de la vida y las fuerzas que la rigen, no puede haber interpretación mental posible. No existen pensamientos de verdad o mentira. Las cosas son lo que son. La naturaleza sigue unas leyes que se definen por sí mismas, no hay legisladores ni inspectores para vigilar la oportunidad de esas leyes naturales. Por lo tanto, la naturaleza no puede mentir, no miente nunca, siempre cumple con su propia existencia necesaria.

En la historia de Don Quixote aparece un refrán: “Uno es engañado solo si se deja”. En este ámbito, si pensamos que algo nos miente, es nuestra propia mente quien detecta esa mentira y decide que es tal. La verdad cotidiana es definida exclusivamente por criterios mentales y el juez es la propia mente; por lo tanto, debería acusarse a sí misma de ser la gran defraudadora y de no haber encontrado como reales las expectativas o las correspondencias creadas. Porque la clave de verdad o mentira solo nace del mismo lenguaje humano.

Hay otras cosas interesantes sobre la historia de Don Quixote. Los académicos han trabajado duramente en los años recientes para establecer la versión auténtica del texto. Cerbantes se reiría mucho de ellos. Él iba viajando llevando sus papeles sueltos garabateados sin numerar, perdía unos capítulos de la historia, los cambiaba por otros, los mezclaba de orden,… escribía la misma palabra cada vez con grafías diferentes, le cambiaba el nombre a los personajes sin avisar… Incluso la primera edición original está plagada de erratas suscritas por el mismo brazo manco. ¿Cómo podemos definir la versión auténtica de un texto que ha sido revisado y modificado intencionadamente por una sucesión secular de editores y que apenas conserva alguna palabra escrita como en el original? Es que nunca existió algo fijo que pueda ser el original.

Personalmente me siento más libre si lo veo así tal y como fue.

Por cierto, Cerbantes siempre escribió su nombre con b, pero en las escuelas actuales se empeñan en obligar a escribirlo con v. Otro curioso juicio sobre la verdad relativa. Si la escritura de una letra en una palabra se ha corrompido con los siglos, entonces si acaso la verdad estaría en su forma original. Pero los académicos, como todo hombre civilizado que se precie, se esfuerzan por defender la verdad de la mentira junto con la mentira de la verdad.

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