El desarrollo natural es posible a través de la conciencia

La conciencia natural ha de estar presente en los niños de cada generación para la supervivencia

18 de mayo de 2010

El arte al servicio de la conciencia



Antoni Gaudí es uno de los reclamos mejor aprovechados por la ciudad de Barcelona para atraer a tantos turistas como la visitan continuamente. El arquitecto catalán hizo gala en su vida de un genio artístico y capacidad de trabajo que le han valido el reconocimiento mundial, cuyos pasos han seguido una cadena de imitadores en rincones de muchas construcciones recientes.

Con la edad Gaudí fue desarrollando su talento artístico principalmente orientado hacia la expresividad de una visión espiritual unida a la naturaleza.
Por un lado las formas se hacían orgánicas al integrarse en los elementos naturales del ambiente en que se construían. Por otro lado los elementos arquitectónicos parecen levantarse incansables como símbolos que permiten ser más conscientes de la naturaleza que todo lo impregna alrededor.

Todo ello lo lograba Gaudí gracias a una desordante libertad creativa y a una estética basada en su fecunda imaginación. Un arquitecto corriente se atiene a una disciplina calculada para resolver problemas técnicos de construcción, basada en unos modelos ya probados y estudiados por otros antes que él. Pero en el caso de Gaudí, la construcción no era una disciplina limitada tanto por ideas preconcebidas, ni condicionada por un estilo formal. Por eso renunciaba a trazar líneas rectas y polígonos regulares, las dimensiones (tamaños, alturas, pesos...) no se repartían en cantidades discretas, sino que eran compartidas orgánicamente por la estructura íntegra. Todo esto lo aprehendía en la observación de las formas desarrolladas en la naturaleza. Su pregunta implícita era: "Si la naturaleza ha podido hacer crecer estructuras orgánicas de formas irregulares, en la que me incluyo, ¿puedo desarrollar una obra de formas análogas a través de mi facultad de la conciencia?". Esto no era una especulación intelectual sino que salía de una vivencia interna. Desde ese punto de partida, se lanzaba a intentarlo.

Una prueba de sus auténticas dotes de artista era que casi nunca necesitaba componer sus proyectos sobre el papel, ni siquiera dibujar planos, le bastaba con visionarlos ya tridimensionales en su mente. A partir de ahí era capaz de improvisar sobre la marcha, lo que equivale a no adelantar las decisiones en base a decisiones mentales cognitivas sino aguardar que la propia obra demandara la solución adecuada. Esto contrasta con la actitud más corriente de calcular los riesgos que se corren al diseñar un proyecto y tener previstas las soluciones muy detalladas a tomar en cada caso.

Una muestra magnífica de su obra está encarnada en el Parque Güell de Barcelona. La intención al proyectar este recinto era disponer de unas magníficas viviendas inmersas en un entorno natural al mismo tiempo que sus habitantes mantenían una conciencia activa en su vida cotidiana que les haría elevar su visión del mundo hacia algún grado de perfección interior. Esto puede entenderse mejor si uno pasea muy atento por el Parque y no es despistado por las hordas de visitantes distraidos de dicha esencia.

Los mosaicos modernistas y los diseños complejos más elaborados que encontramos no pretenden ser una ornamentación artificiosa; al contrario, apuntan sencillamente a la imaginación pura de la que brotan. El aspecto de los paramentos y forjados, además de los materiales, procuran mostrar con una simple desnudez sin engaños lo que sujeta la estructura constructiva.

Por ejemplo, cuando pasas bajo los viaductos de columnas rocosas, puedes sentir la experiencia de tu cuerpo-mente penetrando los fundamentos que sustentan el paso superior. Y cuando pasas sobre el viaducto, puedes sentir que estás siendo sustentado por la estructura rocosa que tienes bajo tus pies, que cumple así su función perfecta. Así es como consigue envolverte en una asombrosa gratitud hacia todos los elementos que permiten esa vivencia, incluido la conciencia que lo proyectó originalmente.

Cuando el promotor advirtió al arquitecto en su momento que el proyecto no sería viable económicamente, aun así intentó continuarlo por todos los medios. Finalmente él mismo se arruinó y llegó a vivir como un mendigo, renunciando a otras ofertas sustanciosas que le llegaban. Pero él continuó su trabajo por la vocación interna que le impulsaba.

Gaudí vivió absorbido en entregar una herencia artística claramente como una tarea continua para la especie humana, aunque él mismo no tuvo descendencia.
Su misión declarada era colaborar en un despertar en la conciencia, compartiendo sus propios descubrimientos por el bien de todos. Por desgracia ahora el turismo masivo solo acierta a sacar fotos de lo que les parece bonito, y se pierde así el mensaje y la intención subyacente en un esfuerzo heroico. Pero así no se consigue mantener viva la conciencia del artista que procuró además ser humano.

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